30.9.05

55._ Cuerpo Místico

Esto lo hará Dios por intermedio de Jesucristo resucitado, el primero, la primicia, entre los que resucitan. Él será el aglutinador, el dispensador, el centro irradiador, el atractor, el impregnador, la fuente, la puerta, el camino, la razón, la ocasión, la cabeza de un "Cuerpo Místico" del que nosotros estamos llamados a ser miembros. "Él es la vid, nosotros los sarmientos".
El Espíritu Santo llenará el Cuerpo Místico, fluyendo hacia sus miembros como sangre vivificante, como agua viva, como fuego purificador, como luz iluminadora, como gracia edificante y santificante, desde Jesucristo; y así el Cuerpo Místico vivirá hacia Dios, se entregará a Dios, para ser uno con Él, para que "Dios sea todo en todas las cosas".

La recaudación o recapitulación de todos nosotros, de todas las personas existentes --incluso de todas las personas, humanas o no, cuya existencia sea posible-- en el Cuerpo Místico de Jesucristo, se llama "anacefaleosis". Y la unión del Cuerpo Místico con Dios, para que Dios sea todo en todo, se llama "apocatástasis". Más allá del umbral de emergencia final, se habrá producido ya la apocatástasis: Dios será todo en todo; sólo habrá Dios trascendente, uno, eterno, perfecto, inmutable; todo cuanto haya sido en el universo -nosotros incluidos, naturalmente- estará integrado en Él, en el único Ser, el único Bien, la única Verdad, la única Belleza.
Entre el momento de la resurrección y la apocatástasis hay el proceso de la anacefaleosis: la incorporación de todo en Jesucristo, en su Cuerpo Místico. Este tiempo se extenderá hasta que todo lo incorporable haya sido incorporado; entonces Jesucristo "someterá todo a Dios".
La anacefaleosis durará para siempre en términos del tiempo personal, vivencial, humano. Estaremos por siempre acabándonos de incorporar al Cuerpo Místico; Dios estará siempre presente pero "más allá"; será siempre el límite hacia el que nos aproximaremos. El tiempo, inagotable, de la anacefaleosis, será la beatitud, la felicidad más completa, la bienaventuranza cumplida.
Al fin seremos "nosotros mismos", unidos en el Espíritu de Amor, hacia el Padre, con el Hijo; "con Él, por Él, y en Él, mediante el Espíritu Santo, glorificando al Padre por los siglos de los siglos".